LA DEMOCRACIA TRADICIONAL, SEGÚN EL PADRE MEINVIELLE

                                     El pueblo se aparta de la razón las más de la veces dice el Santo en      Pol.IV,13,Populus enim deficit a ratione, ut in pluribus. En substancia, que el pueblo, al no reaccionar sino afectivamente, está dispuesto a extraviarse y  equivocarse ;necesita que otros-los menos-le indiquen qué le conviene y se lo hagan querer; si una minoría virtuosa no le confiere la virtud, cualquier otra minoría audaz le impondrá el yugo del dinero o del trabajo colectivo.

La democracia tradicional

Para que nadie – sino los que por su jactancia no quieren ni pueden conocer la verdad, tienen ojos y no ven, oídos y no oyen- se llame al engaño, comienza el Pontífice su alocución* afirmando el carácter tradicional de la democracia sana, que si siempre fue optativa para los pueblos pareciera ser imperativa. Apenas precisa recordar-dice- que según las enseñanzas de la Iglesia no está prohibido preferir con moderación las formas populares del gobierno, sin perjuicio, empero, de las enseñanzas católicas sobre el origen y el uso de la autoridad; y que la Iglesia «no desaprueba ninguna entre las formas de gobierno, siempre que éstas sean conducentes al bien común de los ciudadanos«. (León XIII, encíclica Libertas, 20 junio de 1888). Y en estas palabras tradicionales, expresamente recordadas, hasta toda la doctrina que el Pontífice no hace sino esclarecer.

La democracia que Pío XII  considera aceptable, primero, no es la democracia pura -hacia la que tiene el mundo moderno-, sino una forma popular moderada; segundo, no la proclama ni la mejor ni la única buena; tercero, no debe estar condicionada por la idea de libertad, sino por la del bien común; cuarto, supone la constitución, no de una masa igualitaria, sino de un pueblo jerárquicamente estructurado; y, exige una autoridad real y eficaz, derivada y sometida a Dios; sexto, comprende un cuerpo legislativo compuesto por hombres selectos, espiritualmente superiores y de carácter  que se consiguen representantes del pueblo entero y no mandatarios de una chusma; séptimo, que no incurra en absolutismo de Estado.

Es decir, que el Santo Padre, partiendo, como de base de la idea de que la democracia importa un autogobierno o participación de la multitud en el gobierno, establece las condiciones o recaudos que, templando y modelando este autogobierno o participación de la multitud en el gobierno, pueda dar origen a una forma legítima y sana de la democracia.

Exactamente lo mismo que hacían Aristóteles y Santo Tomás, quienes después de analizar la naturaleza última de la democracia, llegaban a la conclusión de injusticia y perversidad si era llevada a las últimas consecuencias entrañadas por su concepto; pero reconocía que esa tendencia al autogobierno de la multitud, si no se le permitía llegar a las últimas consecuencias, sino que era templada y moderada con elementos de otras formas puras como la unidad de la monarquía, la virtud de la aristocracia, y aún la riqueza de la oligarquía, podía ser un régimen legítimo y aceptable, que denominaban «politia» o república.

Condiciones, en rigor, antidemocráticas que, al templar y moderar la perversidad expansiva del igualitarismo universal absoluto, dan origen a una cierta  y conveniente participación de la multitud en el poder.

De aquí se sigue que la democracia tradicional aceptada por el Pontífice implica la reprobación de la democracia moderna, tanto en la forma liberal y socialista, como en la absurda de los católicos democratistas. Porque estas democracias se apoyan en un concepto de una nueva civilización; niegan o rebajan el origen divino de la autoridad; hacen del pueblo un mito; no pueden evitar la tiranía de la cantidad y del número; identifican la justicia con el régimen popular; están  impulsadas por el igualitarismo universal absoluto, etcétera.

Posibilidad de la democracia tradicional

La alocución del soberano Pontífice, al preconizar la democracia tradicional, ha vuelto a plantear las posibilidades de la democracia en las condiciones actuales de la vida moderna, sin que el hombre está atomizado por 400 años de progresiva descristianización. ¿Cómo estructurar la sociedad para que sea pueblo y no masa? ¿Cómo se puede difundir la idea de bien común a una masa que ha perdido las nociones fundamentales de los valores morales? ¿Qué procedimientos emplear para qué, sin alterar los anhelos de igualdad, se logre la asamblea de selectos de que habla el Pontífice? ¿Cómo asegurar un gobierno- expresión de la nación , cuando ésta se halla dividida por tantas banderías y disensos? ¿Sobre qué base realizar la unidad de los pueblos?

Se aprecia el alcance de estos tremendos interrogantes cuando se tienen presentes las palabras de Pío XII, en  Summi Pontificatus, referentes al proceso de descristianización, valederas perfectamente a las muchedumbres universales:

Muchos, tal vez, al alejarse de la doctrina de Cristo no tuvieron pleno conocimiento de que eran engañados por el falso espejismo… habla a del progreso cuanto retrocedían; de elevación cuando se degradaba; y la ascensión a la madure cuando se esclavizaban… ahora bien, el problema es gravísimo. Porque no hay duda que es certísimo lo que dice el Papa, que aleccionados por amargas experiencias, los pueblos se oponen hoy con mayor agresividad contra toda concentración dictatorial, pero no es menos cierto que después de cuatro siglos de descristianización sistemática de los pueblos se encuentra en una postración humana, intelectual y moral, espantosa; los pueblos están devorados por profundas disensiones que no provienen únicamente del ímpetu de las pasiones rebeldes, sino de la profunda crisis espiritual, que ha trastornado los sanos principios de la moral privada y pública y ha hecho naufragar aquella conciencia de lo justo y de lo injusto, de lo lícito y lo lícito que posibilita los acuerdos, mientras refrena el desencadenarse las pasiones y deja abierta la vía a una honesta inteligencia.

Sentido del mensaje papal

De aquí que sea éste el sentido del mensaje papal. ¿Queréis democracia, y una democracia mejor?, dice a los pueblos del Papa. Tomadla, con tal que ella sea tal que respeten las leyes esenciales de las sociedades políticas, que deben regirse por el bien común. La Iglesia no se opone a ello; y aunque considera accesorios e indiferentes los regímenes políticos, cree conveniente que, hoy más que nunca cierta participación de los pueblos en su propio gobierno. Pero sabed que cuanto mayor sea esta democracia o participación, más necesaria será que mi influencia se haga sentir profunda y universalmente. Ella exigirá de vosotros una humilde y total aceptación de todas las enseñanzas de los Pontífice Romanos, desde Gregorio XVI en la Mirari Vos, Pío IX en el  Syllabus, hasta León XIII, Pío X, Pío XI, donde se condenan los pestíferos errores modernos y se establecen las bases auténticas de la ciudad cristiana.

Las palabras del Papa se hacen oír en un momento de excepcional solemnidad. Porque los pueblos, en loca pendiente, vienen alucinados por el progreso falso, y están a punto de caer en el abismo del comunismo ateo. La democracia, de que andan embriagados conduce inexorablemente a ese abismo. Ningún poder humano puede liberarlos de que (en) él se precipitan sin remedio. El poder material del Estado en el que muchos habían depositado su confianza y que con mano fuerte y totalitaria había intentado detener el alud, tiene que confesar su fracaso.

Entonces, ¿qué? Entonces habla la Iglesia por boca de su pastor supremo y dice: sólo yo puedo liberarlos. No con la democracia, que es una forma política accesoria e indiferente, sino a pesar de la democracia, que por sus exigencias metafísicas tiende a perderos. Yo puedo vencer la dialéctica de la historia, y si humanamente el mundo le pertenece hoy a Moscú, por disposición divina a mí me corresponde salvar a la humanidad, , ayer, hoy y siempre ,hasta la consumación de los siglos.

Y sólo Roma puede elevar las multitudes a la virtud para qué entonces sin peligro pueda ser virtuosa la ciudad. Porque es un poder santificante, ella puede transformar por dentro al hombre, y de la condición materialista en que por sí mismo es arrastrado puede levantarle a la verdadera virtud y a la verdadera libertad, que sólo se alcanza en la santidad, cuando uno, lleno de orden y de virtud, se autodetermina al orden y a la virtud.

Por esto, cada día aparece más claro que la humanidad, desgarrada hoy en las entrañas de su ser, que pide libertad y democracia, sin saber que pide ni como lo ha de conseguir, sólo puede ser salvada por la Efusión del Espíritu de Dios, que sólo habita en la Iglesia Católica. Efusión que llegue a las almas individuales y quise también a las estructuras sociales. Si no quiere caer en la esclavitud de Moscú, la humanidad debe someterse a la disciplina sobrenatural de Roma.

(Filosofía de la democracia moderna,-A propósito de la alocución del Papa en la Navidad de 1944,artículo aparecido en “Nuestro Tiempo”,16-3-45, reproducido en Concepción católica de la política,3ª edición, Ediciones Theoría, Buenos Aires,1961,págs..171-174)

*Se refiere a Benignitas et humanitas, el discurso de Pio XII en la Navidad de 1944.

Notas del Francotirador

Publico este artículo de mi llorado maestro, con la  mínima esperanza de que se incorpore al orden del día, en un congreso donde se discuta un plan de acción política del nacionalismo y se trate la cuestión de la democracia tradicional y de la formación de una fuerza política que nos represente. Como escribí poco, desde 1968 y 1970 que no nos reunimos, y hemos dejado un espacio vacío que se debe ocupar, ante el fracaso total de la dirigencia argentina. ¿Seguiremos “palabreando” o nos decidiremos salir a la luz pública, con los riesgos del caso?

Señalo que en octubre de 1974,en una excursión a Luján del Colegio San Pablo, conversamos con Carlos Sacheri sobre el artículo, diálogo que se interrumpió con su asesinato. Él y Guido Soaje Ramos, eran nuestras dos mejores cabezas filosóficas, y como verdaderos aristotélico-tomistas, no se ponían fuera de quicio cuando de cuestiones disputadas se trataba.

Espero volver sobre el pensamiento político del Padre Julio.

6 comentarios en “LA DEMOCRACIA TRADICIONAL, SEGÚN EL PADRE MEINVIELLE

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  5. ana

    EL ABORTO ES UN “TRAUMA” (para “la caterva de doctores”)

    Que más da lo que haya dicho juan pablo segundo, él también fue parte del juego hegeliano de síntesis de los modernistas y además contradijo la Casti Connubii de Pío XI. Los usurpadores posconciliares sabían muy bien que el cambio no podían hacerlo de un solo golpe porque sería demasiado evidente, por eso necesitaban escalonar la acción con instrumentos tales como el traidor wojtyla.

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