Savonarola, fraile dominico, poeta, gran orador y espíritu ardientemente religioso, quiso moralizar la ciudad de Florencia, y mediante ella toda Italia, y mediante ella toda la Cristiandad, extirpar la cizaña, es decir, con más fervor que prudencia.
Leonardo Castellani, Th.D, Ediciones, Jauja, Mendoza,1997, p.$$
En la anterior entrega publiqué un texto de Marcel de Corte acerca de que una sociedad “viva” es el único soporte posible para que funcione un régimen político, sea monarquía, aristocracia o democracia.
Remito a un texto de Carlos Sacheri sobre esta última, que publiqué hace unos años, para que tomen nota Savonarolas de hoy que, a mi juicio perjudican al nacionalismo católico, agobiado por tantos caciques de escritorio seguidos por pocos indios que acatan sin chistar de sus diktats. Y me refiero a gente muy valiosa que lamentablemente ha perdido el sentido de la realidad política, pretendiendo que sea absorbida por la teología, sin hacer las debidas distinciones. (https://www.aladerecha.com.ar/?s=sacheri)
Aferrados a sus utópicas cogitaciones, no admiten el más mínimo disenso, despotricando y agraviando hasta quienes fueron los amigos de ayer, descalificándolos como «liberales», «cómplices del régimen» o «providistas» (casos Hernández y Gómez Centurión)
Con el criterio de los implacables Savonarolas deberían invalidarse los logros conseguidos por Trump y Orban, en defensa de la identidad nacional y de la vida, porque sus gobiernos se debieron al voto popular.
https://www.aladerecha.com.ar/?s=orban
Aferrados a la ideología condenan a la democracia y al sufragio universal como males mayores, olvidándose de que el mal menor político puede escogerse en algunas situaciones, lo que no pasa con el inaceptable mal menor moral.
Insisto con de Corte:
“La democracia es un régimen político tan viable como cualquier otro, a condición de que sea el resultado de una sociedad viva. El orden político está en estricta dependencia del orden social y no a la inversa”.
Según entiendo la primera tarea –a larguísimo plazo- sería reconstruir esa sociedad viva para que exista un orden social que prevalezca sobre el orden político, pasando a segundo lugar la cuestión sobre las formas de gobierno.
Democracia es una forma legítima, siempre y cuando procure el bien común. Por otra parte, todas las formas de gobierno tienen sus propias perversiones, como creaciones humanas que son. (Sobre el tema ver el libro VIII de la Republica)
El Padre Meinvielle escribió un texto esclarecedor sobre el tema:
“Luego, desde el punto de vista católico, que asigna como programa fundamental de toda política la realización del bien común de la ciudad temporal, es inaceptable la forma impura de democracia que reviste la República moderna. Para la Iglesia tolera esa forma como hecho irremediable; nunca ha legislado expresamente sobre su legitimidad, aunque haya expuesto sobradamente en documentos públicos su doctrina sobre el ordenamiento de la ciudad para que podamos apreciar que la actual organización de la ciudad terrestre no es el propiciado por ella. ¿Y cómo podría coincidir con los divinos postulados de la Iglesia una sociedad forjada por los impíos y ridículos delirios del filosofismo y de la revolución? Sin embargo, la Iglesia no insiste en que sus hijos a la cuestión práctica de esta legitimidad porque con ello se reagravarían los males, y los católicos distraerían su acción de la simplemente católica (Pío X) a la que quiere verlos dedicados. Pero nunca les ha obligado a reconocerlas de derecho; si los exhorta a adherirse a la República como León XIII exhortó al ralliement a los católicos franceses, que es porque quiere que trabajen por la extensión del reinado de Dios dentro de los medios actuales posibles.
La posición de la Iglesia y los católicos en las imbéciles y degradadas repúblicas modernas, es la misma que la de los cristianos en la Roma imperial. Evidentemente que el régimen cesarista era perverso; pero los cristianos, aceptándole como un hecho forzoso que no estaba en sus manos remediar, se servían de sus posibilidades para extender el reinado de Cristo”.
(Concepción católica de la política, 3ª. edición, Theoría, Buenos Aires,1961, pp.106-107)
https://www.aladerecha.com.ar/?p=947
Ver también su artículo “Filosofía de la democracia moderna” aparecido en Nuestro Tiempo el 16 de marzo de 1945, que reproduje en esta página el 9 de junio de 2018. https://www.aladerecha.com.ar/?p=947
(Ver Nota del Francotirador)
El Padre tampoco descalificaba el sufragio universal: era nada más que la expresión de la opinión popular. Refiriéndose a la Revolución de 1943y a las elecciones de1946 decía:
“Ostentando un programa de justicia social y de soberanía, la Revolución supo captarse la voluntad de las masas populares, en aquellas luchas incesantes entre camarillas militares y grupos políticos y económicos-movidos sólo por presiones internacionales y otros por un justo sentido de soberanía- que se ofrecieron al espectáculo público en los años 43.44 y fue respaldada y sostenida hasta la victoria por la voluntad del pueblo anónimo que vio en ella la garantía de independencia política y económica del país y sobre todo el bienestar económico y social de las clases asalariadas.” https://www.aladerecha.com.ar/?p=1175
Siguiendo a las Savonarolas, el nacionalismo católico está en vías de extinción, porque no se ha encontrado la fórmula para conseguir la unidad y tampoco la mínima organización política. Y lo digo con enorme tristeza, como indio viejo que soy.
Nota del Francotirador
“Publico este artículo de mi llorado maestro, con la mínima esperanza de que se incorpore al orden del día, en un congreso donde se discuta un plan de acción política del nacionalismo y se trate la cuestión de la democracia tradicional y de la formación de una fuerza política que nos represente. Como escribí hace poco, desde 1968 y 1970 que no nos reunimos, y hemos dejado un espacio vacío que se debe ocupar, ante el fracaso total de la dirigencia argentina. ¿Seguiremos “palabreando” o nos decidiremos salir a la luz pública, con los riesgos del caso?.
https://www.aladerecha.com.ar/?p=947