Dice el artículo 38 de la Constitución reformada en 1994 :
“ Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”.
En el 2001, siete años después, los partidos empezaron a desaparecer de nuestro sistema político y en este 2015 se puede afirmar que de ellos ya no queda nada, salvo el andamiaje externo que les permite subsistir ante la justicia electoral.*
Pecaron de utopismo, pues, los “padres” de la reforma, solamente explicada por la necesidad de que tenía Menem de ser reelecto. Mal que mal, la Constitución de 1853, venía funcionando y no tenía sentido tocarla, pese a las vicisitudes ocasionadas por la vida política real: los textos escritos siempre corren por detrás de los hechos, como es inevitable.**
Por eso, ella se refería solamente a un “sistema republicano, representativo y federal”, sin mencionar partido alguno. En definitiva, era una puerta que posibilitaba otras formas de representación por fuera de los partidos.
Pecado menor de utopismo no fue, porque junto con ese articulejo 38, se introdujeron gérmenes de separatismo, como los supuestos derechos de los supuestos pueblos originarios. Pero de esas lindezas y de otras habrá que ocuparse algún día.
No hay que lamentarse por la muerte de los partidos, porque la vida política real se los llevó puestos y eso es un signo de salud cívica: los argentinos estamos cansados de soportar las oligarquías que viven de “la teta institucional”, practicando un descarado cinismo.
Habrá que pensar en otras formas de representación más efectivas y conformes a las necesidades del pueblo. Por cierto, hoy un camionero peronista está mejor amparado por Moyano que por el PJ.
Siempre las crisis o las desgracias sirven para la reflexión política. Platón y Maquiavelo no se desalentaron en la adversidad, sino que la aprovecharon.
¿Por qué “la derecha” o “las derechas”-en el peor sentido del término, claro está- no hacemos lo mismo? Y apunto desde luego a los nacionalistas criollos, que deberíamos organizarnos políticamente de alguna manera, no necesariamente partidaria. No ignoro los principales inconvenientes: las malas experiencias vividas(en mi caso el MODIN), el gusto por permanecer en la torre de marfil, despotricando ante el que venga, sin pasar de allí, y el deseo de no embarrarse descendiendo a la lucha cotidiana. Hay también otro: somos pocos los indios y muchos los caciques.
Pero todo ello no justifica la parálisis del nacionalismo, que, con todos sus superables defectos, sigue siendo de lo mejorcito de la Argentina de hoy, sin menospreciar a los compatriotas de buena voluntad, comprometidos en la defensa de la ley natural.
Se deja planteada una hipótesis de trabajo para los tiempos que vienen.
* Decía nuestro amigo el Dr. Andrés Amil -un radical de los de antes- que la justicia electoral era a la justicia, lo que la música militar era a la música, en comparación que suena un tanto exagerada para quienes de tanto en tanto, nos retemplamos el ánimo con una buena dosis de marchas.
** Es oportuno recordar los buenos “toques” al individualismo de algunos textos de 1853, dados en orden al bien común por el Dr. Tomás Casares, cuando fue juez de la Corte Suprema entre 1944 y 1955.